Poema
"Memorias Sagradas"
Ana Margarita López San Martin
Audio del poema en voz de la autora
Mayo 2018
Once años yo tenía cuando dejé un día mi casa
con dos manitos vacías, toda llena de esperanza.
En un lugar conocido del oeste de la Habana,
un domingo bien soleado me dieron un par de alas.
Nada habíamos llevado, fue sorpresa inesperada,
nos daban aliento diciendo que no temiéramos nada,
que éramos elegidos, que nuestra aventura empezaba,
que a un lugar diferente destinos se encaminaban.
Que en ese sitio distinto iba a empezar nueva vida
y que en ese lugar yo iba a vivir en otra casa.
Cuando llegamos al sitio, vi cosas inusitadas,
gente de muchos lugares y algunos que ya lloraban.
Creí que estaba soñando y averiguar yo quería
las razones por las cuales aquellas noches y días
me inundaron de tristeza y me sentía perdida.
Yo no sé el momento exacto en que el implacable tiempo
intervino en mi agonía, la vida me fue cambiando,
logré paz interior y vi amanecer el día
y la luz que el día trajo, trajo también alegría.
El hogar cambió de pronto, cambiaron las perspectivas,
ya no extrañaba mi cama ni las viejas compañías.
Estaba en el lugar perfecto, en el que me correspondía,
dejé de sentirme ajena y amé el lugar enseguida.
Hogar se volvió ese sitio que me acogió como hija.
Otros padres se encargaron de abonar sabiduría,
sentirme bendecida debo y también agradecida
de tantas manos pacientes que moldearon nuestra arcilla,
haciéndonos quienes somos, en mente, en alma, en vida.
Todo dentro de mí fue cambiando muy de prisa
y la imagen del espejo no reflejaba a la niña.
Los meses crearon años de tantos días y días
y de cada uno de ellos guardo memoria querida,
una imagen, una cara y hasta lágrimas furtivas.
Pienso con detenimiento en la herencia recibida
y a las riquezas legadas les doy uso todavía.
Me dejaron gran confianza, fortaleza, energía
y una capacidad enorme para torear esos días
oscuros como la noche, esos que empañan sonrisas.
Me dejó cientos de hermanos, miles de manos amigas,
millones de lindas historias, gastadas por repetidas.
Me dejó el primer amor, el segundo y el tercero,
mi compañero querido, mi diestra, mi tronco, mi suelo.
Mis tesoros más preciados, mis dos dignos herederos.
Después de las cuatro décadas en que deje atrás tu techo,
quiero con dolor decirte cuánto me hieren tus restos,
que desidia y abandono hayan roído tu cuerpo
y de la inconsolable pena de que a pasos gigantescos
te veo morir sin tu gloria y fallecer sin remedio.
Más no importa si pereces, si ruinas cubren tu cetro,
tus hijos nunca permitirán que se olviden tus recuerdos,
que desaparezca tu historia, ni que enmudezcan tus cuentos.
Viva te mantendremos contra el tiempo y contra el viento,
y todos sabrán de ti amada mientras que uno de ellos,
Siga respirando vida y siga teniendo aliento.